(fotos J.F.Marín)
En París, a principios de los noventa, Nouvel realizó una obra modélica,
la Fundación Cartier en el bulevar Raspail, que se levanta sobre una
estructura liviana y está configurada por paneles de cristal para
favorecer la visibilidad, juegos de transparencia y sensación de
ligereza
JOSEP MARIA MONTANER
El País, 17/07/2007
La nuestra es una sociedad de fronteras. Posiblemente hace siglos que lo
es, pero ahora son muy distintas. Hoy las fronteras parece que se
desmaterialicen, pero
en realidad se trasladan; en algunos casos se
crean y refuerzan de manera muy manifiesta -como en los aeropuertos y
otros sistemas de transporte rápido- o de manera muy dramática, como el
gran muro que atraviesa y divide los territorios palestinos, la frontera
entre México y Estados Unidos o el sistema de alambradas en Melilla. Y
cada vez más son fronteras calientes, a punto de ser desbordadas. De
ello trata con lucidez la exposición Fronteras en el CCCB, de visita
imprescindible.
Al mismo tiempo se levantan fronteras absurdas, evitables e innecesarias
como el Parc Central del Poblenou, proyectado por Jean Nouvel, uno de
los mayores despropósitos de la Barcelona contemporánea. Está visto que
estamos recogiendo los epígonos de grandes figuras: ya en ocasión de los
Juegos Olímpicos recolectamos uno de los peores Álvaro Siza Vieira -la
estación meteorológica de la Vila Olímpica-; tenemos el peor Herzog y de
Meuron de la historia, la vergüenza discotequera del edificio Fórum;
David Chipperfiel está llenando la ciudad de grandes cajas con sus
paneles prefabricados de hormigón coloreado y sus agobiantes ventanas
repetitivas, y estamos asistiendo, de manera impasible, a la decadencia
de Jean Nouvel.
En París, a principios de los noventa, Nouvel realizó una obra modélica,
la Fundación Cartier en el bulevar Raspail, que se levanta sobre una
estructura liviana y está configurada por paneles de cristal para
favorecer la visibilidad, juegos de transparencia y sensación de
ligereza.
Este parque barcelonés, en cambio, es un cultivo de barreras:
unos muros de hormigón, hechos con encofrado de cañas, que
hipócritamente se van a ir cubriendo de vegetación, con unos arcos que
se dice están inspirados en Gaudí, aunque les falta su belleza, su razón
estructural y sus valores simbólicos. No sólo se trata de una obra de
mal gusto, que potencia la división y la fragmentación, sino que el
parque incumple los criterios más básicos de seguridad, adecuación y
comodidad para uso libre, igualitario y sin discriminación de género.
Unparque ha de ser lo más abierto, accesible y visible posible; y lo
absurdo es concebir un espacio público como recinto cerrado y
amurallado, escondido y con poquísimas entradas.
Es absurdo porque al compartimentarlo se exageran la división y los
límites de un parque que debería haber sido mayor y más unitario, sin
tantas calles que lo atravesasen y con voluntad de infiltrarse en el
recinto de Can Ricart. Y no es que Nouvel no lo haya pensado bien o se
haya precipitado: ha realizado tres proyectos y, harto de que se le
introdujeran tantos cambios, ha decidido no proyectar un parque, sino
una serie de recintos, planteando un experimento para comprobar hasta
dónde resiste la ciudadanía en un espacio de dominio y hasta dónde puede
llevar pervertir los criterios razonables de un espacio público. Se
plantea así una estrategia de la ocultación: se ocultan la central de
recogida neumática y los servicios de mantenimiento con muros altísimos
y taludes; se ocultan el parque con muros; se ocultan los muros con
flores; en definitiva, se oculta el barrio con el parque. Con unos muros
que hubiera estado mejor que albergasen la biblioteca que hace años
reclaman los vecinos de Poblenou. Y una agresión al contexto que tiene
un precedente en la violencia como otra obra de Nouvel, la Torre Agbar,
se entrega con el espacio público que le rodea.
Y una vez inaugurado, ¿cuánto tiempo va a durar antes de que se deban
reparar estos errores? Ya se han tenido que cerrar por reformas, por
deterioro y por mal funcionamiento, dos parques de la era olímpica, muy
cerca del Parc Central: el de Glòries y el del Bosquet Encantat.
¿Cuántas veces se ha tenido que cerrar el Central Park de Nueva York en
150 años por problemas de funcionamiento? Si el problema es el deterioro
físico, mal por haber realizado obras públicas con una vida útil de 15
años. Y si el problema son los defectos de diseño, ¿por qué no se ha
aprendido de estos dos fracasos en casos tan cercanos?; ¿por qué no se
valora la experiencia y calidad de nuestros paisajistas, que hace años
proyectan unos magníficos parques metropolitanos? Véase la reciente
monografía del Área Metropolitana de Barcelona/ Mancomunitat de
Municipis titulado Espais metropolitans 2000-2004, con parques de Isabel
Bennasar, Carlos Llinás, Claudi Aguiló, Jordi Enrich, Montserrat Periel
y otros. Entonces, ¿por qué se ha promovido que Nouvel realice este
parque tan impactante y, a la vez, antisocial?
La Ley de Barrios establece en su punto 6 el baremo de la igualdad de
oportunidades, sin discriminación de género, en el acceso a los
equipamientos y espacios públicos. Casi todos estos parques
metropolitanos lo cumplen. El Parc Central del Poblenou, en cambio, es
un ejemplo de todo lo que la ley quiere evitar: un espacio público de
escasa visibilidad y accesibilidad. Estamos en una época en la que se
está aprendiendo a diseñar espacios públicos en los que se tenga en
cuenta a las mujeres, con lo cual las mejoras son para todos, desde los
niños a los ancianos, unos lugares mas igualitarios y confiados.
Recreación de las murallas de los barrios cerrados, de los resorts y de
las urbanizaciones, miniatura de los muros de Sharon en Palestina, el
Parc Central del Poblenou se levanta como manifiesto del urbanismo del
absurdo y del despilfarro, como provocación a un silencio cómplice que
se produce en esta ciudad de nuevos ricos que, después de tantos
prodigios, está ya definitivamente anestesiada.
JOSEP MARIA MONTANER
Por segunda vez en nuestra web se relaciona el mal hacer de Jean Nouvel en el Parc Central de Barcelona.Poblenou y su acierto en París. Hace unos meses, en referencia al jardín que entorna el edificio del museo de Quai Branly (www.forumriberabesos.net: “De Poblenou (Barcelona) a Quai Branly (París) sin zafarse de Jean Nouvel”, May 3rd, 2007) En su artículo J. M. Montaner hace referencia al edificio construido en la capital francesa, en 1994 para la Fundación Cartier, en el 261 de la avenida Raspail.
Si para el primero, el acierto de lo ajardinado -nos adviertieron en un comentario- hay que atribuirlo a la acertada colaboración del botánico Blanch, para el jardín de la Fundación Cartier pidieron la colaboración de Lothar Baumgarten, quien creo un jardín “salvaje en apariencia” y al que denominó “Theatrum Botanicum” (recordando el título que los monjes medievales daban a los libros en los que registraban las plantas medicinales y aromáticas); así, Lothar, nos dá “la clave” de lo que -si sabemos mirar- en él encontraremos (fresas salvajes, violetas, romero…), más de 200 especies vegetales de flora autóctona .
Una pregunta, creemos, sería pertinente:
¿quien ha colaborado con Jean Nouvel en el diseño del Parc Central de Poblenou, en Barcelona?